De esos que luego vuelven, habitan, persiguen o simplemente nunca se van...

25.9.06

When you come to me

When you come to me, unbidden,
Beckoning me
To long-ago rooms,
Where memories lie.

Offering me, as to a child, an attic,
Gatherings of days too few,
Baubles of stolen kisses,
Trinkets of borrowed loves,
Trunks of secrets words,


I CRY


Maya Angelou, The complete collected poems

17.9.06


Desde el avión miro a la ciudad desaparecer.
Una mujer se persigna y pide una cerveza.
Algo dentro se desprende.
Hora y media después alguien pregunta dónde
estamos.
Yo estoy en el mismo sitio en que despegó el avión
y todavía oigo la lluvia.
Pero también tengo la sensación de que estoy en
ninguna parte
porque afuera todo pasa rápido
sin que yo pueda detenerme.

Desde aquí no veo gente.
Sólo líneas, grietas, heridas.

El viaje es también hacia adentro:

sólo líneas, grietas, heridas.

Gabriela Aguirre Sánchez, "La frontera: un cuerpo".

Azar o Destino

- ¿A qué horas llegaste?- Le preguntó Emilia besándolo como cuando todo era terso en sus bocas. Un hueco invariable latió bajo su pecho.

- Nunca me voy- dijo Daniel acariciando su cabeza con olor a misterios.

Ángeles Mastretta, "Mal de amores".

13.9.06

La cicatriz de tu brazo

Te reclamaba la llamada telefónica que nunca hiciste, los cumpleaños, los momentos en que esperé una sola señal de que había dejado huella en tu vida... Me dejaste hablar por largo rato, hasta que pusiste frente a mis ojos tu brazo derecho y me mostraste una cicatriz:
... "Me la hice un día que me dijiste, Cárgame!, cárgame!, yo tenía el brazo lastimado, pero no me importó, te cargué y entonces se me quedó esta marca. Cada vez que la veo, me acuerdo de ti"...

Entoces sólo pude abrazarme a tu espalda y llorar. Quizá nunca terminaría de hacerte heridas...

10.9.06

Sortilegio


Después de esos encuentros históricos, de esas charlas que parecen no contenerse en sí, la vida nos sorprende. De nuevo, una calle se convierte en asaltante. Nos roba la esperanza, la idea loca de que no existe el destino, que al fin hemos construido un futuro lleno de esperanza por separado. La calle nos hace chocar, nos pone de frente de manera que no podamos fingir que somos otros, que las cicatrices que mostramos orgullosos, son de otras guerras y no de ésta que seguimos librando. Nos preguntamos si será tiempo de consultar a la vidente, que ella nos diga ¿cuánto nos durará el hechizo?, ¿cuántos años más hay que invertirle? Si es cuestión de mantener la distancia física, si vivir cada uno en un país diferente ayudaría a olvidarnos; pero países en continentes distintos, porque ya nos ha fallado estando en el mismo. Decimos que quizá se requiera de un conjuro, sin duda en esta ocasión debemos usar magia.

7.9.06


La alacena

Frente a mis ojos el montón de no perecederos, esos víveres que resisten al tiempo y su acoso. Encontré un frasco con peanut butter sin abrir, de la que sabes me gusta, esa mezclada con un poco de mermelada de fresa. Te busqué. Abrí la alacena, pensé que todavía podría sentirte en medio de latas de verdura, cajas a medio llenar de cereal, botellas de aceite. No estabas. Pude imaginarte en el supermercado tomando esto, aquello. Llenando gustosa el carrito.
Hay una caja intacta con galletas, no hubo tiempo para abrirla; pienso en la ilusión que se quedará guardada para siempre en su interior: esa sonrisa que se te dibujó al pensar en su consistencia dulce-harinosa. No, ni siquiera la abriste. Allí se quedó esperando por ti. Veo los frascos que guardan celosamente las especias, permanecen con los ojos abiertos, hechos polvito, apretándose el corazón unos a otros.
Latas con puré, cartoncitos con leche de soya, frascos, envolturas plásticas; todo cuya caducidad aun no vence, es más, el año puede terminar y siguen en buen estado. Pueden esperar a que regreses. Porque ambas sabemos que estás bien, que es falso eso de que ya no vuelves, de la resignación y tantas frases que carecen de sentido.
La alacena y yo sabemos eso que harás en cuanto llegues. Abrirás la caja con galletas y no pararás hasta devorar todas. Es más, yo te voy a acompañar, tomaré el frasco con peanut butter y me lo comeré a cucharazos como cuando estaba chiquita. Juntas tú y yo, como en los viejos tiempos. Entonces la alacena sólo nos observará. Veremos cómo es capaz de sonreír todavía, nos causarán asombro sus carcajadas, no parará de reír: soltará gritos locos tratando de ocultar la emoción y las lágrimas causadas por tu regreso.

 
Y entonces, -no les he dicho que lo que ustedes toman erróneamente por locura
sólo es una exasperada percepción de los sentidos? CORAZÓN DELATOR, Edgar Allan Poe