De esos que luego vuelven, habitan, persiguen o simplemente nunca se van...

7.9.06


La alacena

Frente a mis ojos el montón de no perecederos, esos víveres que resisten al tiempo y su acoso. Encontré un frasco con peanut butter sin abrir, de la que sabes me gusta, esa mezclada con un poco de mermelada de fresa. Te busqué. Abrí la alacena, pensé que todavía podría sentirte en medio de latas de verdura, cajas a medio llenar de cereal, botellas de aceite. No estabas. Pude imaginarte en el supermercado tomando esto, aquello. Llenando gustosa el carrito.
Hay una caja intacta con galletas, no hubo tiempo para abrirla; pienso en la ilusión que se quedará guardada para siempre en su interior: esa sonrisa que se te dibujó al pensar en su consistencia dulce-harinosa. No, ni siquiera la abriste. Allí se quedó esperando por ti. Veo los frascos que guardan celosamente las especias, permanecen con los ojos abiertos, hechos polvito, apretándose el corazón unos a otros.
Latas con puré, cartoncitos con leche de soya, frascos, envolturas plásticas; todo cuya caducidad aun no vence, es más, el año puede terminar y siguen en buen estado. Pueden esperar a que regreses. Porque ambas sabemos que estás bien, que es falso eso de que ya no vuelves, de la resignación y tantas frases que carecen de sentido.
La alacena y yo sabemos eso que harás en cuanto llegues. Abrirás la caja con galletas y no pararás hasta devorar todas. Es más, yo te voy a acompañar, tomaré el frasco con peanut butter y me lo comeré a cucharazos como cuando estaba chiquita. Juntas tú y yo, como en los viejos tiempos. Entonces la alacena sólo nos observará. Veremos cómo es capaz de sonreír todavía, nos causarán asombro sus carcajadas, no parará de reír: soltará gritos locos tratando de ocultar la emoción y las lágrimas causadas por tu regreso.

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Y entonces, -no les he dicho que lo que ustedes toman erróneamente por locura
sólo es una exasperada percepción de los sentidos? CORAZÓN DELATOR, Edgar Allan Poe