De esos que luego vuelven, habitan, persiguen o simplemente nunca se van...

26.9.05

Jonás, Gabriel y Gabino



Mis tres amores en Guadalajara. Existieron. Hubo un huequito en el tiempo en el que estuvimos juntos, que cada uno tuvo un momento, manías no sé, hasta un nombre...

20.9.05

Valeria Zamudio


Era un tipo de fetiche, la gente no comprendía el porqué de esa obsesión, pero así era, a Valeria le gustaba comprar calzones en cada lugar que visitaba.
No había sido una actividad selectiva. Quizá el haber hecho esas compras en Nueva York, Los Ángeles, París, el D.F, Buenos Aires, Hawaii, podía justificarse como una manera de aprovechar la estancia, adquirir buena lencería; pero inmediatamente esa teoría era desechada al pensar que hacía lo mismo al visitar pequeñas villas, pueblos, X o Y colonia alejada de su casa, hasta en el supermercado.
La cantidad de chones que poseía era incalculable, podían pasar meses sin que repitiera el uso de alguno. Pero no sucedía lo mismo con lo brasieres, de esos poseía un número sumamente pequeño.
Pasaron los años y la cantidad se hizo enorme, la idea de poder usarlos todos era absurda, solo los acomodaba llenando con ellos repisas, luego habitaciones. Le fue necesario mudarse de casa más de una vez.
Gente que la conocía se interesó mucho en su hobby, lo comentaban con otras personas, hasta que se hizo popular el personaje de Valeria.
Al envejecer, sus calzones ya le habían dado la vuelta al mundo, gente de todos los países había viajado a México a conocer la “Galería del calzón, Valeria Zamudio” , había ganado el Record Guinnes, una línea de lencería llevaba su nombre y qué decir de todos los eventos de moda a los que había asistido como invitada especial.

Han pasado años desde que Valeria Zamudio dejó su último suspiro en este mundo y sin duda, nadie podría negar el gran legado que nos dejó.

19.9.05

Noveno día de septiembre

Un poema de Grabriel Trujillo Muñoz, que en este encuentro también ha regresado a mí:

La vida mantiene
Su propia trascendencia:

Maduran la oscuridad
El viento las estrellas

Tu cuerpo que lo sabe todo
Y todo lo comparte

No tenemos más fe
que vivir lo que vivimos

Sabiendo
De antemano
Que ninguna certidumbre es nuestra

 
Y entonces, -no les he dicho que lo que ustedes toman erróneamente por locura
sólo es una exasperada percepción de los sentidos? CORAZÓN DELATOR, Edgar Allan Poe