De esos que luego vuelven, habitan, persiguen o simplemente nunca se van...

13.6.09

Delgado

Lo abre. Delgado piensa que es tiempo de terminar con esta afrenta. Lleno, rebosante de comida esta vez el refrigerador no tendrá compasión. Se miran. No le da tiempo de reaccionar, de explicar su abandono. Las cajas con restos menús de restaurantes atacan de inicio, se arrojan contra éste a cuerpo entero. Haciendo un refuerzo los contenedores plásticos se abalanzan: arroz, frijoles, pasta. La verdura enardece, golpea contra la pared del cajón que la contiene. Empuja, empuja. Lo abre. Furiosa cae sobre el estómago de Delgado. Luego la mayonesa, mostaza, salsa inglesa y de soya, es decir, todas las señoritas y señoras se estrellan contra su rostro. No resiste el golpe contundente de una sandía que ha salido disparada desde el centro. El congelador releva fuerzas, avienta cubos de hielo kamikazes, pollo hecho piedra, carne congelada, cajas de comida para microondas. La tunda le hace perder la conciencia. Tiro de gracia: los restos de pastel de cumpleaños caen.
Su gato, pequeña criatura llena de rencillas y malévolo por naturaleza sólo se acerca para dar fe de los hechos. Sabía lo que iba a suceder, todos hablaban en voz alta.
Cuando Delgado recobre el conocimiento habrán pasado algunas horas. Intentará olvidar el incidente como otros asuntos de su vida, quizá en esta ocasión le eche la culpa al gato.

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Y entonces, -no les he dicho que lo que ustedes toman erróneamente por locura
sólo es una exasperada percepción de los sentidos? CORAZÓN DELATOR, Edgar Allan Poe