De esos que luego vuelven, habitan, persiguen o simplemente nunca se van...

22.6.09

La emotividad de Clara

1. El Encuentro

Clara hoy no quiere platicar, tiene como suelen decir, el pico cáido. Lo más probable es que no haya descansado suficiente en la noche y muy a fuerzas tenga que sacar la jornada de trabajo. Dicen que lo peor para un ave es dejar de beber agua, se deshidrata y como es el caso de las gallinas, inmediatamente dejan de poner huevo. Muy en el fondo han de pensar: “A la chingada con su necesidad de que yo ponga”. Seguro es que jamás me dirá si está sedienta o simplemente es falta de humor. Así es ella.
La conocí en los primeros días de trabajo, me llamó la atención ver a un ave escuchando música en su walkman, de inicio porque no es lo más normal del mundo que tengan esa clase de iniciativas y luego porque hay que recordar que desde inicios de los 90´s, el walkman fue remplazado por otras tecnologías como los discmans, hasta llegar a los ipods de nuestros días.
Debió ser lo que tuvo más a la mano, así que ahí estaba muy movida escuchando: Bonita finca de adobe de Ramón Ayala y sus Bravos del Norte. Me pareció un acto predecible que se deleitara en tales gustos musicales, mover sus patas con un ritmo tan hecho a una granja. Hubiera esperado en Clara un gusto más “alternativo”, era bastante retador el hecho de traer un walkman, que de seleccionar un ritmo como el Heavy Metal o Rock Progresivo, la habría convertido inmediatamente en un personaje de cuento.
Me advirtieron de la dificultad para comunicarse con las aves de corral y me preocupé, por fortuna Clara y su habilidad nata para la interpretación, me ha ayudado a con las otras de manera que mis mensajes hasta el día de hoy, han llegado claramente (y no porque se llame Clara).
Como menciono, hoy se ha mantenido distante, muy evasiva. He intentado hacerle conversación, que me diga qué es lo que la tiene tan molesta. Imaginé que podían ser las últimas noticias en la TV, o que se acercan tiempos electorales y más que llenarse de esperanza, se aterroriza pensando si puede empeorar su situación. Le he dicho que todo está bien, no creo que tenga un destino diferente al que conoce, pero ella ha configurado en su mente, algo que se suma a la muerte o el cautiverio decretado. Le he propuesto tomarse unos días de descanso, me ha prometido que lo pensará. La dejo sabiendo de antemano que es inútil combatir su muina, esperemos que mejore pronto.

13.6.09

Delgado

Lo abre. Delgado piensa que es tiempo de terminar con esta afrenta. Lleno, rebosante de comida esta vez el refrigerador no tendrá compasión. Se miran. No le da tiempo de reaccionar, de explicar su abandono. Las cajas con restos menús de restaurantes atacan de inicio, se arrojan contra éste a cuerpo entero. Haciendo un refuerzo los contenedores plásticos se abalanzan: arroz, frijoles, pasta. La verdura enardece, golpea contra la pared del cajón que la contiene. Empuja, empuja. Lo abre. Furiosa cae sobre el estómago de Delgado. Luego la mayonesa, mostaza, salsa inglesa y de soya, es decir, todas las señoritas y señoras se estrellan contra su rostro. No resiste el golpe contundente de una sandía que ha salido disparada desde el centro. El congelador releva fuerzas, avienta cubos de hielo kamikazes, pollo hecho piedra, carne congelada, cajas de comida para microondas. La tunda le hace perder la conciencia. Tiro de gracia: los restos de pastel de cumpleaños caen.
Su gato, pequeña criatura llena de rencillas y malévolo por naturaleza sólo se acerca para dar fe de los hechos. Sabía lo que iba a suceder, todos hablaban en voz alta.
Cuando Delgado recobre el conocimiento habrán pasado algunas horas. Intentará olvidar el incidente como otros asuntos de su vida, quizá en esta ocasión le eche la culpa al gato.

 
Y entonces, -no les he dicho que lo que ustedes toman erróneamente por locura
sólo es una exasperada percepción de los sentidos? CORAZÓN DELATOR, Edgar Allan Poe