Existen rasgos característicos en la escritura de Ernest Hemingway que lo siguen colocando como uno de los grandes narradores no sólo estadounidenses, sino de la literatura universal. Él es responsable en gran parte, de una generación de escritores que en los años sesentas detonaron en Latinoamérica el movimiento del boom, donde quizá movidos –Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez- por un afán de circulación, o simplemente porque autores como Hemingway o William Faulkner proponían una estructura y experiencia narrativa diferente, importaron modelos generados por estos en las primeras décadas del siglo XX.
El Gato bajo la lluvia, es el título de un cuento breve escrito en 1925 por este autor. La historia en una primera lectura, nos sitúa en una época posterior a la guerra, donde nos cuenta sobre un matrimonio norteamericano que se encuentra hospedado en un hotel y a causa de problemas o diferencias –de las que nunca se nos proporcionará más detalle- experimenta una suerte de alejamiento. El clímax se ubica cuando un gato aparece en escena, éste intenta protegerse de la lluvia que cae en la calle; la mujer ignorada por el esposo y recurriendo a esto, como último recurso para lograr la atención del mismo, discute con él ya que desea salir a la calle para rescatar al gato. Pese a la negativa del marido, ella baja en búsqueda del animal pero éste ha desaparecido. Finalmente el administrador del hotel, un italiano –del que sólo encontraremos sugerentes rasgos seductores- rescatará al gato y lo mandará a la habitación donde se encuentra instalada la pareja.
En esta narrativa, se reflejan características que el autor manejará en otras obras con profundidad y que serán su sello, como: la sencillez en el lenguaje e incluso las situaciones –es decir, se recurre de manera repetida a las escenas de lo cotidiano-, la condición de la existencia, donde los personajes han de experimentar una faena, un profundo dolor para llegar al momento del goce, y cómo pone a prueba la debilidad de los mismos; es común que los sumerja en situaciones de tensión y ansiedad. Esto pudiera bien representarse bajo la propuesta teórica de Greimas, donde a través de su modelo de estructura actancial, encontraremos las figuras de actores y actantes para esta narrativa.
Estas seis funciones sintácticas que nos propone el teórico, son de fácil identificación cuando la estructura polémica del relato que trabajamos es evidente, simple. Para este abordaje, tenemos en un primer momento a un Destinador que busca, que desea algo. Dichos son la necesidad que expresa la esposa, la mujer -que el autor a bien se ha cuidado de no darle un nombre-, y que tomará presencia a través del accidente, el encuentro –aunque sea visual- con el gato. Ese encuentro es la confrontación con su destino, la opción, un momento en que debe hacer evidente su capacidad de actuar; es el instante de ser algo más que otro objeto temporal, en esa estancia también temporal, de la cual no tenemos referentes cuánto tiempo se ha prolongado. Así que Destinador –la confrontación con su realidad en forma de accidente-, desea lo que llamaremos Objeto – el gato- para situar a nuestro Destinatario – la mujer-, ante la última instancia de su estado prolongado de abandono, luchando por la liberación a través de esa búsqueda: el avance hacia su destino.
Para lograr el objetivo, que es liberarse de ese estado mortífero de indiferencia manifestada por el marido, la protagonista será auxiliada por un Ayudante –en este caso representada por el administrador del hotel- él es quien está allí para llevar al plano de lo realizable las fantasías y deseos postergados de la protagonista. Él rescatará al gato y además lo enviará a través de una de sus empleadas, a la habitación donde se encuentra la mujer con su esposo.
El Oponente en esta historia, se personifica a través de la situación en que están inmersos los personajes, al parecer ambos- el matrimonio-, por cuestiones de guerra se encuentran fueran del hogar instalados en otro país – en condición de extranjeros-. Esto queda expuesto cuando nuestro Destinatario – la mujer- , manifiesta que: “… - Quisiera tener el pelo más largo, para poder hacerme moño. Estoy cansada de sentir la nuca desnuda cada vez que me la toco. Y también quisiera un gatito que se acostara en mi falta y ronroneara cuando lo acariciara […] además, quiero comer en una mesa con velas y con mi propia vajilla. Y quiero que sea primavera y cepillarme el pelo frente al espejo, tener un gatito y algunos vestidos nuevos…”. Con este lenguaje sencillo, el autor nos expone una serie de circunstancias a las que se ha sometido el estilo de vida de la pareja. En este reclamo, la mujer no habla de un gato, habla de la necesidad de compañía, de los largos días que ha experimentado de soledad; habla del hartazgo de usar la misma ropa, de haber experimentado la carencia, las condiciones limitantes y reductoras que prevalecen en un ambiente de guerra. También, en cortas frases, expresa ese deseo de estar en un solo sitio; cepillar su cabellera –larga- frente a un espejo, quiere decir que quiere abandonar esa condición de errante: echar raíces y ver pasar el tiempo en paz. Habitar un lugar que sienta propio.
Ahora debemos analizar un punto medular de la historia, nuestro autor ha nombrado a este cuento El gato bajo la lluvia, habría que preguntarnos: ¿es el gato el protagonista? ¿cuál es la función de este título en la historia? ¿qué representa el gato? Este animal, es el Objeto según la estructura de análisis propuesta. El gato es esa liberación, el lugar donde la mujer busca sentirse apreciada, valorada, importante. El Sujeto que se encargará de conseguir este objeto en provecho del Destinatario –la mujer-, es el mismo que cumple la función de Ayudante- el administrador del hotel. El hombre italiano que administra- el padrone-, manifiesta su función a través de guiños que el propio autor pone al servicio de la historia: “…La mujer bajó y el dueño del hotel se levantó y le hizo una reverencia cuando ella pasó delante de su oficina […] Cuando la americana pasó frente a la oficina, el padrone se inclinó desde su escritorio […] Le gustaba la seriedad con que recibía cualquier queja. Le gustaba su dignidad y su manera de servirla […] el padrone se inclinó desde su escritorio. Ella experimentó una rara sensación. El padrone la hacía sentirse muy pequeña y a la vez importante. Tuvo la impresión de tener una gran importancia…” El dueño del hotel provoca emociones en la mujer, constantemente ejecuta reverencias, lenguaje corporal que le comunica que fuera de esa habitación-de ahí que el gato se encuentre en el exterior-, se encuentra su destino. Fuera de esas paredes-prisión-, se encuentra otra vida, otra posibilidad de participar de: “… esa realidad misteriosa y amenazada que es la feminidad…” (Beauvoir). Para lo anterior, el autor crea más de un momento, donde el padrone coquetea y se pone al servicio de esa mujer.
Así que retomando la cuestión de ¿por qué titular al cuento, El gato bajo la lluvia? Encontraremos que ese centro- el gato- es un juego que establece el autor para hablarnos del deseo de la mujer, de ese conocimiento, estado que alcanzará una vez que sean superadas las condiciones en donde la realidad se le ha confrontado como Oponente. “…Quiero un gato. Quiero un gato. Ahora mismo…”, expresa ella. Quiere desafiar la monotonía, en ese momento. No es en realidad un gato sino lo que representa. Así que, tener como líneas finales: “…En la puerta estaba la sirvienta. Traía un gato de color carey que pugnaba por zafarse de los brazos que lo sujetaban. –Con permiso- dijo la muchacha- el padrone me encargó que trajera esto para la señora…”, es la confirmación de que ella está por abandonar ese estado de desamparo, de renuncia. Un juego donde quizá ella será el centro.