Los encuentros
Ir aquí, ir allá.
Abrazarnos, decirnos lo mucho que nos hemos extrañado.
Nos sentamos en la mesa de un café o de un bar; platicamos. Hacemos sonar los teléfonos, mandamos mensajes y mensajes de texto. Nos decimos: "Hola". Hacemos planes. Y vemos nuestros rostros deformados, embellecidos por el tiempo: unos meses pueden ser determinantes.
Luego hablamos de las separaciones, y nos atrevemos a marcar números de larga distancia, venciendo el miedo al cobro del rooming. Ahí vamos.
Alguien dice que hemos cambiado, y nosotros los sabemos.
Se abren las cervezas, festejamos los cumpleaños. Muchos abrazos, muchos, muchos...
Los encuentros nos persiguen, y nos decimos que hoy es un día especial, que es un "Encuentro histórico". Pasan las horas, seguímos dándole vueltas al tema doloroso, a ese que nos obligó a correr en busca de soluciones, y ofrecemos galletas, pastel... ¿Ya comiste?, Anda vamos.
Nos prometemos vernos al día siguiente, en un huequito que nos deje el trabajo y las obligaciones. Los fines se semana son una promesa. Sonreímos, llegamos a los temas escabrosos, nos decimos que todo estará bien. Nos volvemos a abrazar. No sabemos si serán meses, días o las tragedias que nos reunan. Nos despedimos. Ya estando en casa nos perdemos en mil cosas: añoranzas, burlas, tristeza: flashes de pasado.
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